sábado, 27 de febrero de 2010

Spinning en el gimnasio

-Km: no los sé

-Tiempo: 0:38:53

-Media: desconocida

-Puls. medias: 158

-Puls. máximas: 177


Hoy tenía pensado descansar o, si acaso, salir a darme una vuelta en bici (unos 20 kilómetros) para estar bien en la carrera de mañana en Salamanca, es decir, no tener dolor de piernas, pero, con el mal tiempo que hace en Zamora, al igual que en casi toda España (lluvia y mucho, mucho, mucho, pero que mucho viento), mi padre y yo decidimos irnos al gimnasio que hay en la Ciudad Deportiva. Fuimos por la mañana después de haber estado haciendo unas cosillas por Zamora; nos presentamos allí con el chándal encima del culote corto a eso de la 1:30 de la mañana con intención de algo de bici, pero resulta que cerraban a las 2:00, y, para media hora, decidimos volver por la tarde, aunque yo tenía que estudiar Inglés e Historia. No nos quitamos ni el chándal ni el culote corto, y a eso de las 5:00 volvimos al gimnasio, que ya estaba abierto. Nos quitamos el chándal, lo guardamos en la mochila, cogimos las botellas con agua isotónica que habíamos recargado en casa (las dos eran de la bici, una del equipo Mercatone, y es que había que demotrar que éramos ciclistas puros, yo creo que los únicos allí) y nos apañamos dos bicis. A la mía tuvimos que subirle bastante el sillín, igual que a la de mi padre. Una vez hecho esto, mi padre aún aanduvo un poco armando con la posición del manillar y tal. Después empezamos a darle, cada uno a nuestra cadencia de pedaleo, pero apenas había diferencia, ya que los dos pedaleamos como Lance Armstrong, quiero decir, muy rápido y, al igual que el americano, por muchííísimo que me cueste reconocerlo, también avanzamos mucho. Cuando llevábamos aproximadamente 10 minutos comenzé a sudar, y a los 5 minutos rompí a sudar en condiciones. Me caía cada goterón por las napias y por el brazo... y eso que íbamos de corto. Mi padre me dijo que, como m¡esa bici me quedaba algo grande, que parara (poco a poco, que sino, las leches eran buenas, ya os contaré más abajo) y fuera la bici que estaba a su lado, que me quedaría mejor. Paré el cronómetro y fuí; me quedaba bien, pero el cuentakilómetros (ésta tenía, la mía no) no funcionaba (o yo no lo entendía, que todo puede ser) por lo que volví a la mía. Volvía pegarme una buena sudada. Mi padre me dijo que estuviera 30 minutos, y eso fue lo que estuve fuerte. Cuando acabé los 30 minutos, paré, bebí un poco de bebida isotónica y me marché a cotillear un poco por le gimnasio, mientras que mi padre seguí con la burra de spinning. Estuve en tres o cuatro, pero, como tengo poca fuerza y apenas sabía utilizarlos, no podía mover los pesos. En uno, uno señor me explicó muy amablemente cómo se utilizaba, y, gracias a él, pude hacer un poco. Levanté 15 veces una pesa de cinco kilos. Después, volví a hacer bici, pero ya de paseo. Mi padre (podéis leer en mi blog de ciclismo algunas crónicas suyas) estaba haciendo series de cinco minutos, descansando otros cinco minutos. Yo a veces hablaba con él y a veces me fijaba en los brazos de todos los que estaban allí: parecían dos cosas, o culturistas o triatletas. Nosotros éramos lo que menos masa muscular teníamos... en los brazos, porque, en las piernas, ya era discutible.
Se nos fue la luz tres veces, seguramente por el viento. Mi padre dice que piensa repetir, pero yo... va a ser más difícil, no porque esté cansando, sino por los problemas en los músculos que tengo (el CK me dio alto en unos análisis).
Yo os animo a que hagáis lo mismo que nosotros dos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario